martes, 8 de julio de 2014

Encierros de San Fermín. Hoy se corre como se torea, a la juliana: lejos del toro

Sanfermines'1929

José Ramón Márquez

 Los sanfermines, otro año. Siempre echamos de menos las retransmisiones humildes que se hacían con los medios de Pamplona y la voz de Solano y los anuncios locales, tan divertidos, de las almohadas Moshy, el espárrago de Navarra con sus catas sensoriales y el aceite Urtende. Ahora llevan a un puñado de gente, unidades móviles, cámaras… y no puede decirse que el resultado sea significativamente mejor que el de antes. La gran diferencia es que ahora sabemos muchas más cosas innecesarias. Donde la elegante discreción de Solano ponía un «corredor muy conocido» o un «corredor de fuera de Pamplona» ahora sabemos hasta los empastes que tiene en las muelas el dichoso corredor que, por cierto, apenas tiene nada que explicar, dado que el encierro es una experiencia única y personalísima de muy difícil relato. Así todo. 

Un pelmazo de la Cruz Roja dando el Parte, otro pelmazo de Director General de no-sé-qué de la salud dando el Parte, personajes irrelevantes a los que se va dando esa relevancia absurda que los medios dan a la nada travestida de información. Antes, la retransmisión, la repetición comentada con palabra certera y la repetición a cámara lenta… y los anuncios de Moshy y del aceite; ahora, el despliegue masivo, las entrevistas, las innecesarias informaciones, la impostada simpatía de la presentadora -que este año es morena, igual que el anterior era rubia-, y la sensación de que has perdido el tiempo, que cuando se acaba la carrera hay que apagar el aparato y no ver toda la estopa de relleno que echan y esos fantasmas que salen, tan distintos del simpático Moshy.
Y luego, la descarnada, inapelable, visión de la cámara cenital, instalada en una «tirolina». Ayer sólo la pusieron para ver la curva de entrada a la Estafeta. Hoy la han puesto en un buen tramo de la calle pamplonesa por excelencia y la conclusión es que nadie corre próximo a los toros… tremenda decepción al ver la descarnada imagen que viene de la tirolina: un solo mozo en una magnífica carrera y un perímetro de seguridad, un cordón sanitario alrededor de la manada que deja totalmente en entredicho la pelmaza mística del corredor. Nada que ver con esas imágenes en que los teleobjetivos, al aplanar la perspectiva, juntan a los toros con los corredores: la inapelable verdad de la cámara tirolina hoy mostró a un solo mozo corriendo en la auténtica cercanía. Imagino que esa cámara desaparecerá pronto, porque lo que esa cámara muestra no es lo canónico, con arreglo a lo que se desea ver.